Pinzhelandia

Son las 2 de la tarde y es hora de tomar una Coca-Cola Express.

Siiiii… me encanta la coca (cola), en especial la express. Es tan crítica, tan irónica, tan de mi época! Llegar, tomar y devolver lo que sobra, ¿No es eso acaso lo que hago con todas las cosas? Suena gracioso, pero esa bebida resume mi vida…. la representa.

Así que camino por Balmaceda, hacia la tienda Con-Pinche, ubicada en el corazón de Buin.

Cuatro personas atendiendo, me huele raro. Aparte del Diego y su padre se encuentran dos caras nuevas, dos extraños, dos extranjeros.

Pido mi Coca-Cola y me siento afuera a observar. Este quizás es el momento más feliz de mi día, el momento en que lo comprendo todo. Porque esta tienda es más que un comercio, es un espejo de la humanidad… una estación obligada para el tren de la vida moderna.

La tienda está conceptualmente dividida en dos: A la derecha golosinas, helados, bebidas, galletas, chicles, chocolates… confites. A la izquierda pinches, cordones, cinturones, lazos, cosméticos, pañuelos… accesorios de vestir. Todo esto mirando desde la entrada. Si usted mira desde la salida debe invertir el orden de las cosas… o mejor… ordenar las cosas a la inversa.

Entra una niña.

Mira a ambos lados.

….

Que momento más crucial! Que momento más fundamental en su vida!

¿Confites o moda?

¿No es acaso esta tienda el quiebre mismo de la juventud? ¿No es acaso este lugar la delgada línea entre la infancia y la adolescencia?

Una niña que se debate entre un par de aros y un helado de chocolate es un tema complicado, delicado diría yo. Lo mismo la señora que acaba de entrar y no sabe si comprar un pañuelo dorado para el vestido que usará la noche del sábado o un chocolate Nikolo para su hijo que lleva en brazos.

Y no estoy hablando de muejeres exclusivamente. Los chicos también van a comprar cordones para sus zapatillas, o incluso aros.

El simple acto de elegir entre izquierda o derecha es sin duda el momento más importante de una persona. Porque nosotros no somos más que hechos… el hombre y su circunstancia. Para esa niña, el haber elegido la izquierda de la tienda significó mucho, lo fue todo por un instante. Dejó de ser una niña, pasó a ser una persona.

La vida es como la botella que tengo en la mano: una vez usada hay que devolverla. Pocos lo miran así, especialmente cuando somos niños. Pero luego, cuando empezamos a cambiar nuestro lado de tienda, nos damos cuenta que vivimos en una tragedia. Una historia con un final trágico para todos, una batalla final contra la muerte…. una batalla donde sólo podemos perder.

Miro con atención. Siento que lo comprendo todo. Ya no es necesario hacerse más preguntas. La clave y el sentido de la vida pueden encontrarse facilmente en esta tienda. No hay margen, no hay lugar a la intepretación.

Respiro con alivio. Puedo morir en paz. ¡Todo está tan claro!

Entro a la tienda, miro para ambos lados y pregunto:


¿Dónde les dejo la botella?

—————————————————————————————–

No es ficción, es realidad.

Más información en http://pinzhelandia.blogspot.com

Es mi tienda favorita!

En ella he conocido personas muy simpáticas y he podido cumplir uno de mis tantos sueños: atender una tiendita bonita.

XD

¿Alguna vez has pensado en matarte?

Sip… esa pregunta la hizo no sé quien en no sé que momento. Pero fue hace poco.

Mi respuesta fue : Nunca!

Pero en mi mente un recuerdo de mi infancia bailaba tango.

Hace muchos años (8 creo) leí este poema… y la verdad es que me impactó.

Se los dejo… es de Fernando Pessoa (la lleva el tipo).

Si tienen tiempo léanlo . En especial para todos los que estuvieron en ese momento.

——————————————————————-


Si te quieres matar,

¿por qué no te quieres matar?

Si te quieres matar,
¿por qué no te quieres matar?
¡Aprovecha el momento!
Yo, que amo tanto la muerte y la vida,
si osara matarme, además me mataría…
Ya que llegas a osar ¡hazlo!
¿De qué te vale
el cuadro sucesivo de imágenes externas
al que llamamos mundo?
Ese cine de las horas que van representando
los actores de unas convenciones
y poses determinadas,
circo policromo de nuestro dinamismo sin fin …
¿De qué te vale el mundo interior,
que desconoces?
Tal vez si te matas lo conozcas, por fin.
Tal vez al acabar comiences…
En todo caso, si te cansa ser,
ah, cánsate noblemente.
¡No cantes como yo,
la vida por borrachera,
no saludes, como yo,
la muerte en literatura!
¿Haces falta?
¡Oh sombra fútil llamada hombre!
Nadie hace falta; a nadie le haces falta…
Sin ti, todo marchará sin ti.
Para los otros
tal vez sea peor tu existencia que tu muerte…
Tal vez les peses más
durando que dejando de durar…
¿El dolor de los otros?
¿Sientes remordimientos anticipado
por su llanto?
No te preocupes: poco te han de llorar.
El impulso vital
extingue poco a poco las lágrimas
cuando no son por cosas propias,
cuando son por lo que les sucede a los demás,
sobre todo la muerte,
que es algo tras lo cual
ya nada les sucede a los demás…
Al principio es la angustia,
la sorpresa de que haya llegado
el misterio y la falta de tu vida hablada…
Después
es el horror del ataúd visible y material,
y los hombres de negro
que ejercen la profesión de estar allí.
Después,
el velatorio de toda la familia,
inconsolable y contando historietas
mientras lamenta
ese castigo que es tu muerte,
y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,
tú, en verdad muerto,
mucho más muerto de lo que imaginas,
mucho más muerto aquí de lo que te imaginas
aunque estés mucho más vivo más allá…
Después
la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,
y después es comienzo del morir de tu recuerdo.
Primero hay en todos un alivio
de la tragedia, algo pesada, de tu muerte.
Después se aligera la conversación cotidiana
y la vida de cada día recupera los días…
Después, lentamente te olvidan.
Sólo serás recordado en dos fechas,
por tus aniversarios:
Cuando cumpla los años tu nacer,
cuando cumpla los años tu morir.
Nada más, nada más,
absolutamente nada más.
Pensarán en ti dos veces cada año.
Cada año suspirarán por ti dos veces
aquellos que te amaron.
Y alguna que otra vez suspirarán
si por casualidad se habla de ti.
Enfréntate a ti mismo en frío,
y enfrenta en frío lo que somos…
Si te quieres matar, mátate.
¡No tengas escrúpulos morales,
recelos en la inteligencia!
¿Qué escrúpulos o que recelos
tiene el mecanismo de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos
tiene el impulso que genera
las savias y la circulación
de la sangre y el amor?
¿Qué memoria guarda de los otros
el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso
llamada hombre,
¿No ves que tu importancia es nula?
Eres importante para ti
porque es a ti a quien tú sientes.
Lo eres todo para ti
porque eres para ti el universo,
el universo propio y los otros
satélites de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti
porque sólo tú te importas.
Y si eres así, oh mito,
¿por qué los otros no han de ser así?
¿Sientes, como Hamlet,
pavor a lo desconocido?
Pero, ¿qué es lo conocido?
¿Qué es lo que conoces
para que llames desconocida
a cualquier cosa espacial?
¿Sientes como Falstaff
el amor adiposo a la vida?
Si tan materialmente la amas,
más materialmente ámala aún:
¡Tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!
Dispérsate, sistema físico-químico
de células nocturnamente conscientes,
en la nocturna consciencia
de la inconsciencia de los cuerpos,
en el gran embozo, que no emboza nada,
de las apariencias,
en la hierba
o el césped de la proliferación de los seres,
en la niebla atómica de las cosas,
en las paredes voraginantes
Del vacío dinámico del mundo…

Tarde en Buin, doblando hacia el mar.

Camino tranquilamente por el centro de Buin luego de salir de mi trabajo. Me siento como uno más dentro del gran hormiguero que es la ciudad.Mientras recorro las tiendas de la calle Balmaceda, ruego a Dios que no suceda. Hoy no, por favor no! … no lo soportaría.

Pero pasó. Lamentablemente pasó.

Miro desesperado hacia mis zapatos y no me sorprende lo que veo: mis cordones desabrochados.

Al principio trato de hacerme el tonto. Nadie se dará cuenta hasta que llegue a mi casa y pueda atarlos tranquilo. Camino 3 cuadras tratando de no pisar los cordones y escondiendo mis zapatos ante la gente. Pero todo es inútil.

Una niña me mira.

Comienzo a desesperarme.

Debo abrochármelos… necesito hacerlo.

Mis manos comienzan a sudar y mi corazón late a 100 por hora.

No resisto.

Me agacho y comienzo con el maldito ritual… el principio del fin.

Inmediatamente la multitud se detiene. Todos, absolutamente todos, me miran con atención.

Mis manos tiemblan… abrocharse los zapatos debe ser una de las actividades más mundanas para la gente común, pero para mí es un acto desagradable.

Todo comenzó cuando tenía 5 años, cuando mi madre me instruyó en el bendito arte de atar los cordones de mis zapatillas. Ella tenía buenas intenciones, no lo dudo, pero se equivocó. Cometió un error que marcaría mi vida para siempre. Me enseñó a abrocharme los cordones de frente. Si, tal como se oye, me pedía que la imitara mientras ataba sus agujetas, uno frente al otro… cara a cara.

El caso es que aprendí, pero lo que ella hacía con la mano derecha yo lo hacía con la izquierda. Y todo lo que mi madre hacía con la izquierda yo lo hacía con la derecha. Como un espejo, como un maldito y ridículo espejo.

Y ahí estaba yo, atándome los zapatos mientras la gente miraba fascinada. Debo parecerles un monstruo, un especímen raro, la octava maravilla del mundo.

Pero esta vez la cosa fue más allá.

No es fácil ver a una persona que sea tu negativo, alguien que remece todo lo que estas acostumbrado a hacer. Yo soy más que un tipo freak, soy la prueba viviente que existen otros mundos, otras realidades. ¿Quién asegura que la manera correcta de abrocharse los cordones es como lo hacen todos ustedes? ¿Acaso no podría ser yo el normal y ustedes los malditos fenómenos?

La multitud comienza a imaginar un mundo al revés, una vida regida por un espejo, donde todas las personas se abrochen los zapatos como yo.

Existen otros mundos aparte del nuestro. Lo sé.

Una niña llora.

Una señora se desmaya.

El pánico comienza a apoderarse de las débiles mentes que me rodean. Todos corren despavoridos, alejándose de mí.

Termino de atar mis cordones, el momento de revelación ha finalizado.

La calle está vacía. Camino hacia mi casa con un gesto de desamparo.

La próxima vez compraré zapatillas con velcro… se los prometo.

——————————————————————————————–

Basado en un hecho real que me destruyó la mente.

Edvard Munch (1863 – 1944)

Munch es uno de esos artistas a los cuales hay que tenerle respeto. Porque en cada una de sus pinturas es capaz de trnasmitir sentimientos de manera prodigiosa. Tristeza, muerte, melancolía y angustia son los temas preferidos en su magnífica obra.Seguramente todos lo conocen por «El Grito», pero este pintor va mucho más allá (sin menospreciar esa gran obra). Los invito a entristecerse un poco y admirar la belleza de la angustia, o la angustiosa belleza de la muerte (como quieran!).

Pueden hacer click para agrandar las imágenes.

Niña Enferma

Melancolía

 

Paseo de Karl Johann

El Grito

Muerte en la alcoba

Angustia

Gólgota


Obreros volviendo a casa

Imágenes optenidas de mundofree.com .

Como dato rosa les comento que Munch fue una persona obsesionada con la muerte y la enfermedad. Todo esto debido a que su madre y su hermana murieron de tuberculósis a muy temprana edad.

PD: Me acordé de este pintor gracias a Camila, quien relacionó su nombre con el de Munich (película que se viene). Gracias!