Te vieron la cara

 

Estoy seguro que la mayoría de ustedes tiene muchas dudas sobre B.A.T.I.G. y su creador (yo). Apostaría mi vida a que varios de los lectores pasan noches enteras en vela cuestionándose ciertas cosas.

 

¿Por qué se llama B.A.T.I.G.?

¿Por qué este tipo insiste en adjuntar video si nadie los ve?

(y si los veo no los comento…)

¿Por qué cada entrada tiene cerca de 100 visitas pero no postean más que 6 personas?

Y, una última pregunta que me parece interesante…

¿Cómo elige de que temas escribir?

La respuesta es simple, pero doble.

 

Elijo el 10% de los temas.. el resto son ellos los que me eligen.

Voy caminando por la calle y.. zas! un tema se me pasa por el frente, lo agarro del cogote y le exijo que me cuente todo.

 

En un comienzo (cuando este blog era de blogger) me potencié gracias a los amigos que hice en la Escuela de Verano 2006 (cuando fui profe por primera vez). Ellos mismos me decían: «eh! esto tienes que escribirlo en el blog». Así fue como cree posts memorables (como éste) y me gané fama de que todo lo que pasaba corría el riesgo de publicarlo en el blog. Me tenían miedo. Por respeto al mundo no coloco fotos en mi blog. Principalmente porque no a todos les gusta ser expuestos en internet (ni menos que un tipo se ría de ellos sin la posibilidad de defenderse).

Pero la gran parte de las veces las ideas llegaban… sin que siquiera las buscara.

Esta vez es un poco diferente.

 

Hace unos meses se me metió entre ceja y ceja la idea de escribir sobre «la cara». Si.. esa cosa que tanto tú como yo tenemos ornamentando nuestros cráneos. Ese conjunto de piel que define lo que somos.

 

Cuando elijo un tema nunca sé como desarrollarlo. Nunca. Me paso horas frente a la pantalla en blanco sin saber que escribir (a pesar de tener las ideas muy claras). Lo mismo me pasaba cuando quería comenzar mi escrito sobre «la cara».

Pero esta semana sucedieron 3 cosas que cambiaron esta situación. 3 sucesos que me hicieron pasar de una sequía literaria a un torrente de desordenadas ideas.

Lectores… tengo tanto que escribir que no sé como hacerlo.

Así que digamos lo mismo que dice el tipo de Super Mario Frustration

 

Let’s do this! Let’s do this!

 

 

 

Debo empezar por el día Jueves.

Salía de mi práctica a eso de las 7:30 PM. Pedro de Valdivia, casi al llegar a Bilbao. Mantendré el nombre de la empresa en que trabajo en secreto (una vez leí que despidieron a una tipa que escribía sobre su trabajo en un blog… =S). Había caminado dos pasos y estaba colocándome los audífonos del cel para escuchar música (o el superclásico) cuando una chica de unos 17-18 años se me acercó y me dijo: hola!

 

– Hola…

– Oye.. sabís que me perdí. ¿Me podís decir donde está el metro?

– Emmm.. sí.. tienes que caminar por esta misma calle 8 cuadras más o menos. Pero tienes que caminar justo en la dirección contraria en que lo estás haciendo.

– Ahh.. es que vine al médico y me perdí.

– ?_?

– Llevo caminando mucho rato.. pero no me atrevía a preguntar. Me da miedo la gente.

– eh?

– ¿Tú vai al metro?

– Si.

– ¿Me podís acompañar para que no me pierda?

– Claro.

 

Ocultaré el nombre y el origen de la chica (para no enlodar a la familia ni a la ciudad natal de la susodicha). El asunto es que ella era de una ciudad del sur de Chile, había venido al médico a Santiago y se había perdido. No cachaba nada de la gran ciudad.. nada.

Viajar con ella hasta el terminal de buses (vivo al lado) fue chistoso. Llamó a su mamá por celular y le dijo «mamá, no te preocupis.. un niño me está llevando al metro» seguido de un «no mamá, si es un niño bueno».

 

Y aquí esta la raíz del asunto. La chica estaba asustada, confesó que le daba miedo la gente, pero.. qué le hizo atreverse a confiar en mí?

Aló?

Osea…. si eres una pueblerina perdida en santiago le pedirías ayuda a cualquier menos a un hombre joven que puede llevarte a quizás que parte.

Seguramente ella vió en mi cara un «no se qué» que la hizo creer en mí. Espero.

 

No sabía andar en metro. Juraba que todas las estaciones se llamaban Escuela Militar porque leía «Dirección Escuela Militar».

Me preguntó que hacía y le dije que estudiaba Injenieria Civil (no son buenos tiempos para agregar el apellido «Transporte») en la Chile.

Me preguntó cuantas veces había dado la prueba para entrar y si era muy sacrificado el estudio.

La dejé en el terminal y me fui.

Pensando en lo de la cara.

 

En este párrafo tienen descanso (muy largo el escrito). Pueden ir a comer un yoghurt o pasear al perro, pero por favor guarden en su memoria el relato anterior (es importante para el futuro).

 

 

Debemos continuar con la segunda parte de esta trilogía.

Día Viernes, hora de almuerzo. Sentado en la mesa junto a compañeros de la oficina donde hago la práctica.

Misteriosamente lo más cercano a ingeniero soy yo. El resto, por este almuerzo, son secretarias o guardias.

Me comentan que «mi primera impresión» es la de un joven normal. Sin embargo, a medida que me han ido conociendo se han dado cuenta que soy muy «cuico» (¿?). Dicen que hablo como cuico, almuerzo como cuico («eres capaz de comerte una empanada con tenedor y cuchillo») y que uso ropa cara.

Lo de la ropa cara es una equivocación. Piensan que las camisetas de futbol que uso son originales (lo cual elevaría su valor a 40 lucas aprox)… pero son imitaciones obsequiadas por mi hermana.

Pero el resto… que onda?

 

Yo creo que ven una cosa que no soy. De alguna manera mi «impresión» es malinterpretada. Nuevamente un «no se qué» se apodera de mi rostro y me hace parecer lo que no quiero ser.

 

 

La tercera historia corresponde al viernes por la noche.

Mi amigo Pablo visitó mi casa buscando dos cosas: su regalo de cumpleaños y… una tremenda paliza en ping pong. Encontró las dos. Unos DVDs de Seinfeld y una cuenta 10-5 en contra (partidos a los 11 puntos).

Lo que quiero contar específicamente es su salida. Como eran las 12 de la noche ya y no vivimos en un barrio seguro, decidió llamar un radiotaxi.

Yo fui el encargado de llamar y hacerme pasar por Pablo Torres mientras mi hermano y el verdadero Pablo molestaban.

Llamé a cuanta compañía de taxis conocía… pero ninguna contestaba.

Terminé buscando nuevas compañías en google y tratando de contactarme con ellas.

Me contestaron en «RADIO TAXI SANTA MARIA», (una telefonista).

 

Le conté que mi nombre era Pablo Torres, que vivía en 5 de Abril 1234 (no es el verdadero número por si acaso) y que necesitaba un radio taxi.

Me dijo que si lo pedía debía esperar 30 minutos por lo menos.

Le comenté al «real Pablo» y dijo que bueno.

– ¿Cuánto es el mínimo que cobran? Lo que pasa es que yo viajo a un lugar cercano – le aclaré a la telefonista.

– 3 mil pesos.

– Oye.. cobran 3 lucas mínimo – le dije a Pablo.

aaaa.. te vieron la cara! – me gritó mi hermano.

La risa fue general. La telefonista, al escucharme riendo, me preguntó:

-¿De veras vas a esperar el taxi?

– Si, si.. es que me hicieron reír por acá.

– Ah… ya. ¿Seguro que no es broma?

– No no.. en serio. Lo espero.

– Bueno, en 30 minutos estamos por allá.

Corté y esperamos (mientras nos seguíamos riendo).

 

 

Pasó la media hora y sonó el teléfono.

– Sr. Pablo Torres, su taxi lo espera en la puerta

Salimos y no había nada.

Llamé de vuelta.

 

– Señorita, no hay ningún taxi afuera de mi casa.

– No? Seguro?

– Si.

– Bueno.. repítame su dirección.

– 5 de Abril 1234

-mmm.. el taxista dice que está ahí. Salga a ver de nuevo.

Salimos. No volaba ni una mosca.

 

– No está.. se lo aseguro.

– Dígame las calles cercanas por favor.

– Mmm.. vivo en 5 de Abril entre Jotabeche y Ruiz Tagle.

– Espere un momento.

Cortaron.

Volví a llamar

 

– Soy Pablo Torres… quiero saber que pasó con mi taxi.

– Ah Señor Torres. Su auto lo espera afuera, casi en la esquina con Ruiz Tagle

Salimos y no existía el maldito auto.

 

Llamé.

– Sabe que no está.

– Si está. ¿Cómo no lo ve?

– No está. En serio. Créame.

– ¿Está seguro que vive en 5 de Abril 1234?

– Sí. He vivido acá toda mi vida. Sé muy bien donde queda 5 de Abril 1234.

– El auto está encendiendo sus intermitentes. Salga a mirar.

Salimos y nuevamente nada.

 

– Señorita, no está.

– Señor, vamos a cancelar el taxi.

– Ah?… pero si me hizo esperar media hora!

– Lo vamos a cancelar no más. No es nuestra culpa que usted no sepa ver un auto.

– Yo creo que es su auto el que no sabe donde queda 5 de Abril…

Me cortó.

Totalmente owneado.

Y todo porque a mi hermanito se le ocurre decir «te vieron la cara».

Llámamos otra empresa (que se demoró media hora más) y Pablo se pudo ir.

 

Pero yo me quedé con mucha pica. Juro que dentro de estos días le llevaré un mapa de 5 de Abril y un par de fotos de mi casa a los «genios» de Radio Taxi Santa María. No pueden ser tan pasteles (o por último admitir que su taxista no cacha niuna). Vendetta… se los prometo.

 

Estas tres anécdotas se ajustan como anillo al dedo a lo que quería comentar hace tanto tiempo.

 

Nuestra cara.

Creo que nosotros nunca somos concientes de nuestra cara. Lo que para nosotros es una sonrisa para otros puede ser un gesto asqueroso.

No podemos vernos en un espejo todo el tiempo… lo único que vemos (mentalmente) es una caricatura de nuestra rostro. Una máscara que «creemos» ven los demás.

Tremendo error: cada persona ve tu máscara como le conviene o como lo siente.

Es de esta manera como idealizamos nuestra persona… como confíamos ser algo que no somos… como puedo ser una persona «nice» frente a alguien y al mismo tiempo ser un tipo engreido delante de otro.

 

No sé si se han dado cuenta pero las caras de nuestros seres queridos van mejorando a través del tiempo. A medida que le tomamos cariño o aprecio a una persona su rostro se vuelve más ameno y, por decirlo de alguna manera, divertido. Modelamos la apariencia del resto de manera que nos parezca más confortable.

Pero así como la gente confunde nuestras intenciones nosotros confundimos las del resto de las personas.

¿Cuántas personas rechazamos sólo porque nos ocasionen una mala primera impresión?

 

 

 

Dicen, a lo mejor es un mito urbano de internet, que existe un software capaz de detectar las emociones de una cara a través de una foto. De esta forma descubrieron la verdad de la mona lisa: está un 83% feliz, un 9% disgustada, un 6% temerosa y un 2% enfadada.

 

¿Cómo un computador puede hacer algo que ni siquiera puede hacer el humano?

¿Cómo la telefonista pudo ver mi cara por… teléfono?

¿Cómo poder saber que esconde la sonrisa de cada persona?

¿Cómo ser objetivo en un mundo intrínsecamente subjetivo?

 

«¿De qué te vale
el cuadro sucesivo de imágenes externas
al que llamamos mundo?
Ese cine de las horas que van representando
los actores de unas convenciones
y poses determinadas,
circo policromo de nuestro dinamismo sin fin …
»

 

Definitivamente esta no fue una semana cualquiera.

Se me nota en la cara.

 

 

PD: Cuelgo un video por varias razones:

1) Es navideño…

2) … y estamos en Navidad!

3) Tiene que ver con una «sonrisa»

4) Es popero.. así que puede que lo vean.

5) Generará controversias.

6) Es una representante de nuestra era, viene del futuro.