Lecturas para un Bello Sino

Lo que dije hoy, 19 de Noviembre, en Lecturas para un Bello Sino, lanzamiento Beauchefiano de «Con los Ojos del Sesenta», segundo libro de crónicas del Profesor Sergio Jara-Diaz (Argos Jeria).

«Primero que nada agradezco al profesor Sergio Jara por la oportunidad. La verdad es que desde la primera vez que leí un libro, he querido presentar uno. Cuando me invitó a esta actividad, Lecturas para un Bello Sino,  me dediqué a elegir concienzudamente qué decir. La situación es compleja: en esta sala se encuentran amigos, colaboradores, compañeros del Profesor y quizás hasta fieles auditores del programa, personas que ya mucho saben del Bello Sino ( pues imagino el profesor ya les debe haber insistido varias veces sobre el tema) y que probablemente ya leyeron el libro. Pero a su vez, también han  llegado algunas caras nuevas, compañeros que movidos por la curiosidad o por una certera invitación en alguna página web, han decidido invertir la última hora libre del semestre en este lanzamiento.

¿Cómo dirigirse a este grupo tan heterogéneo? En una primera instancia pensé en hablar sobre el autor, Sergio Jara o Argos Jeria, situación que, debido a la relación alumno-profesor que compartimos, hubiera resultado un tanto incómoda. Pensé también en no hablar de nada realmente y rellenar unas hojas con frases para el bronce y salir falsamente victorioso del paso. Incluso pensé en mencionar al Bello Sino y luego lanzar una seguidilla de auto-referencias, tratando de evitar cualquier juicio comprometedor y de añadidura quedar como una persona interesante, lo cual puede ser muy bueno o desastrosamente malo. Sin embargo, he decidido ponerme a la altura de las circunstancias y enfocar mis palabras en un tema increíblemente original para la ocasión: hablaré sobre el libro. Y tan sólo por un asunto de congruencia temporal, comenzaré contándoles cómo fue que ese libro llegó a mis manos.

A principios de este semestre fui «contratado» como ayudante de Economía de Transporte/Microeconomía Avanzada, curso dictado por el Profesor Sergio Jara.  Digo «contratado» así, entre comillas, con el fin de resaltar el carácter voluntario que el mismo Profesor le ha dado al cargo,  precisando él desde el primer momento que yo no realizaría la pega motivado por el sucio dinero, sino que por la alegría de trabajar junto a su persona.

Con la preocupación propia de un ayudante, visité periódicamente la oficina del Profesor en busca de orientación en las diversas evaluaciones que me comprometí a corregir. Diferenciar entre un azul y un rojo no es difícil, el problema está cuando se desea hilar más fino y juzgar si una respuesta es buena, medianamente buena o medianamente no tan buena.  Y en eso nos gastamos el tiempo: discutir sobre las correcciones, las actitudes de algunos alumnos y los últimos DVDs vistos. Pero lo que me interesa en sobremanera destacar es la forma en que esas visitas terminaban. Al principio no pude distinguir bien lo que estaba sucediendo, quizás sesgado por la barrera natural entre un académico y un simple ayudante o por el apuro de la dura jornada universitaria. Pese a todo, no pude dejar de dar cuenta que cada vez que nos despedíamos, el Profesor Jara me miraba fijamente, como esperando una última palabra.

         Y así fue durante todo Agosto, las visitas terminaban con esa terrible mirada inquisidora y con mi mente preguntándose qué diablos se esperaba de mí. No fue hasta finales de mes que el Profesor se atrevió a formular la pregunta que guardaba pacientemente en su interior: «Sebastián, ¿Qué te pareció mi libro?»  Un poco extrañado le contesté, amparado en los derechos del estudiante pobre, que su último libro, Con los Ojos del Sesenta,  no estaba al alcance de mi bolsillo y, por más interesante que pareciese, me era imposible adquirir.   (Debido a que se está vendiendo el libro aquí mismo y que es justamente su lanzamiento, debo detenerme y dejar bien en claro que el libro NO me parece caro, tan sólo sucede que la compra de libros de crónicas es un ítem poco prioritario en la canasta de bienes de un universitario).

«Pero Sebastián, si yo te lo regalé»  acotó el Profesor convencidísimo. Convicción que se transformó en duda cuando le respondí que si me había regalado el libro, yo no me había dado por enterado. Con rapidez sacó un ejemplar de «Con los Ojos del Sesenta» de alguno de los rincones secretos de su oficina, lo dedicó y me lo entregó junto con un «espero tus comentarios».

Agradecí el regalo, lo guardé en mi mochila y me propuse leerlo cada vez que tuviera un poquito de tiempo libre (dígase profesor atrasado, compañeros de grupo impuntuales, partido de futbol fome, viaje en el metro, etc).  Lo terminé en dos días.

¿De qué trata el libro?  El libro contiene 60 crónicas (creo, por lo menos era esa cantidad la última vez que las conté) sobre la búsqueda del Bello Sino, respaldadas por la visión de un sesentero fiel. Todas las crónicas fueron escritas previamente en el blog de la Radio Universidad de Chile y, antes de eso, habladas  en el programa de la misma radio llamado «Bello Sino», conducido por Argos Jeria, alter ego de Sergio Jara-Díaz.

¿Qué es el Bello Sino, se preguntarán algunos de ustedes? El Bello Sino es algo que, déjenme decirles, deberían haber estado buscando hace rato y, sin ánimo de  definirlo ni adelantar fragmentos de las lecturas, se puede entender como un mejor futuro colectivo. Si les motiva, y aquí le hablo a los «nuevos», lo primero que harán, como todo siglo-veintiuntista que se precie de tal, es buscar Bello Sino en el Google. Les adelanto que no sacarán mucho de eso, pues las primeras 5 páginas que aparecen como resultado corresponden a referencias a este mismo libro, programa radial o autor. El resto de paginas sugeridas por google en realidad no dicen mucho. Así que les sugiero extraer toda la información necesaria en esta misma instancia y luego continuar su búsqueda por sus propios medios.

Volviendo al libro «Con los Ojos del Sesenta» quiero destacar que absolutamente todas las crónicas terminan con una oración alusiva al Bello Sino, siendo éste el recurso ocupado por Argos Jeria para recordarnos que todo debiera tener como fin la búsqueda del Bello Sino. Desde ya les advierto que mi pequeño discurso también terminará mencionando al Bello Sino, haciendo un guiño al libro que hoy nos convoca y alivianando la siempre complicada elección de la última frase, frase que siempre esperamos sea astuta, impactante y sobrecogedora, dejando al público maravillado y con ganas de aplaudir. Así que ya saben, cuando termine un párrafo con las palabras «Bello Sino» y deje de mirar estos papeles, será el momento de aplaudir.

Resulta sorprendente notar que la brecha generacional es más un auxilio que un impedimento en la lectura de este libro sesentero. Tenía el prejuicio de que, al ser yo una persona tan lejana a los sesenta (creo que mi madre alcanzó a vivir año y medio en esa década), el libro ni siquiera me tocara, convirtiéndose en uno más en la extensa lista de libros bien escritos, pero indiferentes que me ha tocado leer. Y digo «me ha tocado leer» y no «he leído» pues  afortunadamente en este mundo hay más libros que personas, siendo ellos quienes deben buscarnos, seducirnos y hacer todo tipo de triquiñuelas para que los leamos, como por ejemplo bajar su precio, presentarse en feria mix, venderse 3×1 o lanzarse en universidades.  Uno conoce a los 60 en las películas, los discos o los libros de historia, pero el no haber vivido esa época baja notablemente la capacidad de entender.  De todos modos las similitudes, o coincidencias, llámenlas como quieran, aparecieron constantemente durante mi lectura. Por ejemplo, el Profesor Jara cuenta en una de sus crónicas que el primer libro que compró con sus ahorros fue «La Isla del Tesoro» justamente el primer libro que yo adquirí en mi época colegial guardándome el dinero del almuerzo. También Argos Jeria confiesa una severa adicción a «El Tesoro de la Juventud», esos 20 tomos verdes que por tantas horas sembraron en mi imaginación un montón de cuentos, pasatiempos y narraciones interesantes. La brecha generacional resalta estas pequeñas sincronías, puntos en común, creando una cierta complicidad entre autor y lector, convirtiendo la presupuesta lejanía en un maravilloso y sorprendente «chuta que coincidencia».

Los regates de Bernardo Bello por la banda izquierda de Colo-Colo pueden ser perfectamente los de Roberto Cereda en la actualidad , la pérdida de privacidad de Bob Dylan puede ser compara con la angustiosa y naciente fama que viven tipos como Chinoy, quien pide constantemente no revelar su nombre por parte de los medios.  El gran clásico de Tarantino será en un futuro la película que estrenó el verano pasado Paul Thomas Anderson. Todo tiene su análogo en este universo. Es más, luego de este análisis se puede deducir fácilmente las verdaderas intenciones del autor: no es un libro mirando a los 60, sino que un libro mirando desde los 60.

No aparece en el libro explícitamente, pero con el Profesor Sergio Jara compartimos el gusto por el cine y los DVDs, recomendándonos películas y comentando el uno al otro las últimas que hemos visto. No deja de ser sorprendente esa similitud de gustos entre dos personas tan aparentemente distintas. Mis compañeros se reían mucho porque, cuando hicimos juntos el curso Economía de Transporte, el cual repito es dictado por el Profesor Jara, me preguntó 3 veces en el semestre que había comprado en la TxT, en virtud a que, falto de carpetas, guardaba mis apuntes dentro de una de las bolsas de la tienda. La respuesta fue siempre la misma: compré un DVD, El Niño, de los hermanos Dardenne. El profe, siempre con la última palabra, me comentaba que existía otra de nombre muy parecido, El Hijo, que también es de estos hermanos belgas. No sé si el profesor ha visto alguna de estas dos películas, pero ya es un mérito para mí que las conozca y sepa de su existencia. En la búsqueda del Bello Sino quisiéramos verlo, leerlo y disfrutarlo todo. Pero sería imposible hacerlo, debido a la restricción temporal y presupuestaria que nunca relajamos.

Otra cosa que muy personalmente me llamó la atención del libro es precisamente que sea un libro. Me explico.  Uno de los autores que muy sutilmente es citado en «Con los Ojos del Sesenta» es Alberto Fuguet. Escritor que me gusta mucho y que tiene el reconocible mérito de haber hecho a un Beauchefiano protagonista de una novela agradablemente pop, me refiero a «Las Películas de Mi Vida», para quien le interese. Fuguet dijo alguna vez, cuando se le preguntó acerca de la incipiente superioridad de los libros electrónicos sobre los tradicionales, que el papel seguiría siendo la piedra base de la literatura porque nos permitía hacer anotaciones en él y así, entre otras cosas, resaltar lo que nos gusta, eliminar el párrafo que nos desagradó, corregir al narrador o sobrescribir nuestro nombre sobre el del personaje principal. Sin duda una provechosa forma de disfrutar un libro. Los libros de crónicas de Argos Jeria hacen lo que parecía imposible: llevan el audio de la radio al papel, abriendo la búsqueda del Bello Sino a otras latitudes. Porque un programa de radio no se puede parar, ni interrumpir, menos intervenir. Lo más cercano a eso son los PodCasts, programas que se pueden descargar como archivo mp3 y escuchar en el ipod mientras se viaja en TranSantiago. Pero lo único que permiten los PodCasts es pausarlos, disfrutar de ellos en el momento que quieras y no tener que seguirles la pista todas las semanas a cierta hora y cierto día. Cualidad, por cierto, muy apetecida en este mundo que, como dice Argos Jeria, tan paradójicamente apurado sobrellevamos. El Bello Sino no existe en formato PodCast, aún. Así que los libros han sido una verdadera revolución y un paso necesario en la búsqueda de un Bello Sino multiformato.

         Aprovecho el lugar y la instancia para rescatar el espíritu beauchefiano que empapa al libro. Es cierto que al estudiar acá se aprende una nueva lengua, una complementaria forma de pensar y se inician los lazos que en un futuro se convertirán en una verdadera cofradía, efectos que considero exclusivos de las instituciones prestigiosas como la que compartimos la mayoría de los de esta sala. En «Con los Ojos del Sesenta» están presentes todas las anteriores, pero ocultas, cuidando de que nuestro dialecto lo entienda cualquiera y que los beauchefianos seamos espectadores privilegiados, pero de ninguna manera exclusivos de algunas de las crónicas. Escuchar a Argos Jeria hablar de formular problemas, soluciones factibles, tirar límite, el signo de la derivada, afirmar que algo se tiene casi por definición o que se hará un análisis a largo plazo, nos hace sonreír y recordar lo que somos. Aunque sea por dos palabras o por una línea.

         Las crónicas tienen una suerte de «Replay Value», algo misterioso que las hacen no sólo entretenidas de leer, sino que también entretenidas de releer.  Es como, si se me permite la comparación, leía tiras de Mafalda cuando niño y varias veces no entendía los chistes, pero de todas maneras me reía. Sabía que había algo gracioso, oculto tras la forma. Sucede lo mismo con las crónicas, tienen una esencia detrás que las hace atractivas (¿el Bello Sino?), independiente de si el tema es Bob Dylan o un viaje en el extranjero. Y para aquellos que no les ha quedado muy claro aún, puedo decirlo de manera más directa: los escritos tienen un efecto reconfortante, el cual permite posicionar la compra del libro en un lugar privilegiado de nuestro flujo de caja, pues tiene un valor residual que aumenta con el tiempo.

         Me gustaría sentir, luego de estos minutos de sinceras palabras, que he cumplido. Que mi pequeño comentario sea un buen inicio para esta jornada de búsqueda y que ustedes los espectadores, el profesor Jara y hasta yo mismo podamos respirar satisfechos, con un objetivo común en mente. Porque más que una cruzada personal de Argos Jeria o un compromiso intelectual-social de pocos,  deberíamos construir todos juntos un destino. Que cada uno busque su Bello Sino no servirá de mucho, se los aseguro.  Más que apuntar a un mismo blanco, deberíamos ocupar todos la misma arma. Eso es lo que demuestra «Con los Ojos del Sesenta». Eso es lo que necesitamos para dejar de buscar y de una vez por todas encontrar el Bello Sino».

 

PD: Cuando tenga tiempo posteo mis comentarios.

PPD: Comenten!!!!!!