Algo ha cambiado

Las leyendas de donde morí dicen bien claro
que todo lo que posean alguna vez mis manos
se convertirá inevitablemente en metal pesado,
en tristes testigos de recuerdos ya amados.

¿Cuántas veces más voy a dejar por pasado
el vuelo sútil de un insecto dorado?
¿El aleteo incansable de los años
en el rincón del corazón que siempre está helado?

Con tinta añeja lloro un juramento
(palabras de adulto, pero de niño el sentimiento).
«El próximo domingo traeré más argumentos»
(y si no existen, que diablos, los invento).

La verdad es que no sé si estar triste o contento
al ver tu sonrisa dibujar tu recuerdo
en el lugar donde acaban todos mis comienzos,
en el baúl del tesoro que escondo del tiempo.

Que miedo que esto sea eterno,
que pena no tener tu letra en mi cuaderno.
Y aunque el sol apaga mi sombra en todo momento
por acá, lamentablemente, seguirá siendo invierno.

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